domingo, 29 de agosto de 2010

La mujer que quería un dinosaurio.

Ha pasado un año. Un año desde que mi relación con Luisa se acabó. Y todavía no puedo evitar echar la vista atrás en el tiempo para recordar aquella noche, no porque aun siga sintiendo algo por ella, sino porque lo que ocurrió aquella noche fue una de las experiencias más absurdas que he tenido a lo largo de mi vida.

Aquel día era nuestro tercer aniversario. Ella había sido hasta entonces la mejor novia que había tenido, y con la que había compartido los mejores momentos de mi vida, así que quería que todo fuese perfecto. Estuve dos semanas aprendiendo cómo cocinar lasaña de marisco y practicando, para darle de cenar un suculento plato que juntase sus dos comidas favoritas. Convencí al dueño de un local para que esa noche un conocido que pertenece a un grupo de teatro hiciera un monólogo sobre los tres años que habíamos pasado juntos; y había estado meses ahorrando para comprarle el anillo de sus sueños, un anillo que representara, de forma simbólica, nuestra unión en matrimonio, sin necesidad de recurrir a un juez o un sacerdote para que se nos considerase como tal. Por último, tenía reservada una habitación en un hotel de 5 estrellas para convertir allí tres años de amor incondicional en una noche de ardiente pasión.

El día llegó, y todo parecía ir sobre ruedas. La cena le encantó, y se llevó una más que grata sorpresa con el monólogo que preparó mi amigo sobre nuestra relación. Nada podía salir mal. Nada excepto una cosa...

La noche había alcanzado su clímax, y el momento de hacer entrega de nuestro anillo de "compromiso" había llegado. Jamás habría imaginado que abrir el estuche de ese anillo sería abrir la caja de Pandora de nuestra relación. Y jamás habría imaginado que podría llegar a vivir semejante sinsentido.

Con una mezcla de emoción y nervios; de felicidad y miedo, cogí la mano de Luisa, le miré a los ojos y comencé con mi declaración:

-Luisa, esta noche cumplimos tres años de relación. Desde que te conocí, supe que serías alguien especial en mi vida, y desde que me diste el "sí" hemos vivido muchas cosas: muchas buenas, otras peores. Hubo momentos difíciles, pero siempre conseguimos salir adelante como un equipo, complementándonos el uno al otro y compenetrados como si fueramos un único organismo formado por la simbiosis de dos personas. No sé que nos deparará el futuro, pero, echando la vista atrás en el tiempo, sé que pase lo que pase, quiero que tú estes en ese futuro. Por eso, aunque ninguno de los dos creemos en el matrimonio, quiero entregarte este anillo como símbolo de nuestra unión hasta que la muerte nos separe.

Esperaba que se le cortase la respiración, debido a la emoción del momento, se le saltasen las lágrimas, y me dijera con una enorme sonrisa lo mucho que me amaba, y que estaría conmigo para siempre. Pero en lugar de eso, cogió el anillo, lo miró detenidamente, puso una mueca de desagrado y me dijo:

-¿Qué es esta mierda?

-¿¡Cómo que qué es esta mierda!?- dije instintivamente, antes de entrar en shock.

-Pues lo que oyes, que qué es esta mierda. ¿Llevamos tres años juntos y no se te ocurre otra cosa que regalarme un anillo?

No podía dar crédito a lo que estaba pasando. Se supone que ese iba a ser el momento que iba a marcar un antes y un después en nuestras vidas. Se supone que iba a echarse a llorar de la emoción, abalanzarse en mis brazos y decir que me amaría para siempre mientras me miraba con una sonrisa. ¿¡Y ella me viene con un "qué es esta mierda"!?

-¿¡Acaso te parece poco!? ¿¡No es ese el anillo que habías querido siempre!? ¿¡Qué esperabas!?

-Pues de todo lo que he hecho por tí en estos tres años, y de la cursilada que me has soltado, algo mucho mejor que una cosa con la que no puedo ni limpiarme el culo.

-¿¡A sí!? Venga, dime, ¿qué es lo que crees que te mereces?

-¡Un dinosaurio!

-¿Eh?

La situación se me iba de las manos. ¿¡Un dinosaurio!? ¿¡Pero de qué cojones estaba hablando!? ¿¡Dónde está la camara oculta!?

-Si si, lo que oyes: un dinosaurio. Si de verdad me quisieras, o te importase lo más minimo, me habrías traido un dinosaurio y no un puñetero anillo, que es lo más convencional del mundo, y todas las mujeres lo quieren.

-¿Ah, pero que va en serio? ¿Esperabas que me presentara con un fósil de Triceratops en tu casa y dijera "¡Sorpresa!"?

-¿Fósil? ¿Para qué coño quiero un esqueleto? ¡Hablo de un dinosaurio vivo!

La conversación cada vez era más absurda. Tan absurda que no podía sentir dolor, indignación o enfado por el desprecio con el que me estaba tratando. Lo único que se le ocurría a mi mente en ese momento era seguirle la corriente.

-Pues lo más parecido que hay ahora a un dinosaurio vivo son las aves y los cocodrilos. Así que tu dirás, ¿prefieres un bicho que en cuanto crezca un poco te desmembrará de un sólo mordisco; o una cotorra que te dé conversación cuando llegues a casa?

-¿Pero estás tonto o qué? Te lo puedo decir más alto pero no más claro: quiero un di-no-sau-rio...Imbécil...

-Pues supongo que esto es el fin de nuestra relación, porque no te puedo conseguir algo que no existe desde hace 65 millones de años.

-Sí, lo mejor será que lo dejemos, porque me acabas de demostrar que no me quieres...

Y se terminó. Tres años de intensa relación amorosa tirados por el váter porque le regalé un anillo de compromiso en lugar de un dinosaurio. Desde entonces no he sabido nada de ella, ni la he visto...Hasta hoy. Me la he cruzado esta mañana por la calle, acompañada de un hombre que resultó ser su novio, y hablamos un poco. La conversación acabó en lo siguiente:

-Ese es Germán, mi actual pareja.

-Oh...Así que Germán...¿Y cómo te va con él? ¿Te ha regalado ya un dinosaurio?

-Ni falta que hace, la tiene como el cuello de un Diplodocus- dijo mientras se daba la vuelta y me guiñaba un ojo.

Ahí comprendí por qué me dejó realmente. ¿Cuestiones de tamaño? No, si ese señor tenía algo de dinosaurio era la edad, que, a juzgar por su cara, debió nacer en el Jurásico. Sin embargo, a juzgar por su vestimenta, debía tener pasta para poder alimentar a un Tyranosaurus fácilmente, mientras que yo... Bueno, digamos que yo sufriría para llegar a fin de mes teniendo que alimentar un canario.

Y esa es mi historia. La historia de la mujer que quería un dinosaurio. Si tuviera que sacar una moraleja de esta experiencia, sería que concienciarais a vuestra pareja de que los dinosaurios dejaron de existir hace mucho. Así, si os dejan, sea verdad o no la razón que os den, al menos no será algo surrealista.

Edito la entrada para recordar que podéis seguir el blog en http://Twitter.com/Lavisiontonta, o si queréis también página en Facebook o Tuenti, hacédmelo saber a través de los comentarios.

Saludos, y que os sea leve la vuelta de las vacaciones.

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